Y así es que lo digo
Vuelvo a las letras porque no sé otro camino, porque no encuentro posibilidades nuevas para volar.
Nunca aprendí a dibujar... desconozco el secreto para lograr el punto de fuga y al color lo prefiero en la carne, en mis labios, en las historias, embarrado en los atardeceres que arrancan suspiros.
No he descubierto el compás perfecto para cantar mis angustias y miedos. No tengo la voz de la Gardot, y mis manos torpes no son las de la Krall sobre el blanco y negro del piano.
Entre la cámara y yo existen pactos secretos, acuerdos tácitos, complicidades ocultas, es cierto. Me sabe y la sé, nos sabemos espejo mutuo. Sin embargo, a la hora del dolor, preferimos no mirarnos a los ojos. Nos paraliza el miedo a descubrirnos rotas.
Olvidé también como bailar. El abandono cortó los hilos del maestro titiretero y ahora voy, sin gracia, intentando seguir el ritmo del tango más adolorido, porque mi cuerpo olvidó como se siente el movimiento de otro cuerpo junto al mío. Y este baile que elegí en la vida, es imposible bailarlo sola.
No me queda más que la tinta y el papel. Algunas lágrimas como residuo de lo que alguna vez fue, de lo que se ha perdido en el silencio y en el frío. Y es así, entonces, que lo digo:
Duelen ahora, como nunca, los reproches, los cuestionamientos injustos -desesperados. Ahora, que estoy vacía justamente por la entrega sin reservas, la empatía estóica, la terca justificación de las heridas. Ahora que ya no tengo uñas ni dientes para aferrarme de nada. Ahora, que todo lo que pido es poder vivir con toda la honestidad que merezco.
---
mmr
Nunca aprendí a dibujar... desconozco el secreto para lograr el punto de fuga y al color lo prefiero en la carne, en mis labios, en las historias, embarrado en los atardeceres que arrancan suspiros.
No he descubierto el compás perfecto para cantar mis angustias y miedos. No tengo la voz de la Gardot, y mis manos torpes no son las de la Krall sobre el blanco y negro del piano.
Entre la cámara y yo existen pactos secretos, acuerdos tácitos, complicidades ocultas, es cierto. Me sabe y la sé, nos sabemos espejo mutuo. Sin embargo, a la hora del dolor, preferimos no mirarnos a los ojos. Nos paraliza el miedo a descubrirnos rotas.
Olvidé también como bailar. El abandono cortó los hilos del maestro titiretero y ahora voy, sin gracia, intentando seguir el ritmo del tango más adolorido, porque mi cuerpo olvidó como se siente el movimiento de otro cuerpo junto al mío. Y este baile que elegí en la vida, es imposible bailarlo sola.
No me queda más que la tinta y el papel. Algunas lágrimas como residuo de lo que alguna vez fue, de lo que se ha perdido en el silencio y en el frío. Y es así, entonces, que lo digo:
Duelen ahora, como nunca, los reproches, los cuestionamientos injustos -desesperados. Ahora, que estoy vacía justamente por la entrega sin reservas, la empatía estóica, la terca justificación de las heridas. Ahora que ya no tengo uñas ni dientes para aferrarme de nada. Ahora, que todo lo que pido es poder vivir con toda la honestidad que merezco.
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